Los peruanos vivimos con miedo a la delincuencia. El narcotráfico, el terrorismo, las pandillas, los secuestros, los asaltos y los asesinatos son el pan de cada día. Pero los peruanos también nos sentimos vulnerables, porque sabemos que la delincuencia también está radicada en la política.
Tenemos presidentes presos, prófugos o procesados. Al igual que alcaldes, gobernadores y congresistas. No importa el color. Es una realidad penosa y vergonzosa, que solo podrá cambiar, cambiando a los que deben poner orden.
Si venimos arrastrando verdaderas mafias en la política ¿cómo podemos esperar vivir tranquilos? Los delincuentes, narcotraficantes y corruptos están dentro de la misma mafia que nos gobierna.
Son todos parte de la misma cadena de desconfianza, delincuencia y vergüenza que sentimos. Cadena que nosotros mismos podemos cortar en octubre. Está en nuestras manos darle un cambio de aires al Perú y comenzar a liberarnos de los mafiosos. Debemos jubilar a los corruptos en la política, en el sistema judicial y en la policía.
Busquemos un líder fuerte, joven, que verdaderamente meta a los políticos, delincuentes y narcotraficantes presos y nos permita vivir en paz. Podemos salvar al Perú, pero tenemos que decir fuerte y claro: ¡Que se vayan todos!