Lima, siete de la mañana.
El día parte mal. Un nuevo día sin poder traer comida a la casa. Hoy no podremos trabajar. Hoy mis hijos no podrán ir a estudiar. La amenaza de violencia es tremenda. No podemos arriesgarnos.
Las necesidades son muchas. No tenemos agua potable y quizás el camión no pueda llegar hoy. Otro día de sentirme defraudado del Estado peruano, que es ineficiente y corrupto. Otro día de sentirme defraudado de aquella izquierda que promete y promete, cuando se ha dedicado a destruir y no construir. A demoler y no a componer.
Los verdaderos abandonados somos nosotros, los que no tenemos tiempo para preocuparnos por una Toma de Lima. Parte del 80% de los peruanos que rechaza las protestas y que quiere trabajar. Los que no vivimos de ideas revolucionarias fracasadas, ni tampoco vivimos de la plata que envía el “compañero” Evo. Nosotros tenemos que trabajar y ganarnos el pan de cada día. Sostener un emprendimiento y dar trabajo.
Ya son las cinco de la tarde y la Toma de Lima ya parece un fracaso, pero nos amargaron el día a todos. Nos dejaron con hambre, con frío. Sin poder producir un solo sol. Un día sin poder darle de comer a mis hijos.
El fracaso del Perú es rotundo, pero no queremos falsas promesas e ilusiones. No queremos ni a los amigos de Evo, ni a los corruptos de siempre. Queremos que se preocupen por nosotros.