César Acuña ha pasado más de 100 días fuera del Gobierno Regional de La Libertad. Pero no está enfermo ni de licencia. Está de viaje. Recorriendo el mundo mientras los liberteños enfrentamos problemas todos los días: inseguridad, desempleo, informalidad y abandono total.

Pero Acuña no está desconectado. Está en campaña. Esta semana, el propio líder de Alianza Para el Progreso no descartó una alianza política para las elecciones presidenciales del 2026. O sea, mientras los problemas de la región se acumulan, él organiza su regreso a la escena nacional.

¿Con qué cara puede hablar de liderar el país, si ni siquiera está presente en su propia región? ¿Qué clase de ejemplo da un gobernador que prioriza su figura política antes que su responsabilidad con el pueblo que lo eligió?

En La Libertad se sabe que cuando hay problemas en salud, Acuña está viajando. Cuando hay delincuencia, Acuña está viajando. Cuando hay protestas, Acuña… está viajando.

Pero cuando se trata de alianzas y posibles candidaturas, ahí sí aparece. Sonríe, da entrevistas y especula.

¿Quién gobierna La Libertad mientras él se promociona? Nadie lo sabe. Porque, al parecer, su cargo es solo un trampolín.

No se trata solo de Acuña. Se trata del modelo político que usa el poder no para servir, sino para proyectarse. Del gobernador que no gobierna. Del candidato que no trabaja.

Y mientras tanto, los liberteños siguen esperando.

Por eso, el verdadero cambio no viene con alianzas ni con promesas. Viene con responsabilidad, con presencia y con respeto por el pueblo. Es hora de jubilar a toda la vieja clase política y cambiar la forma de hacer política.

Acuña y sus viajes lo dejan muy claro, los que son parte del problema no pueden ser parte de la solución.