En Trujillo, ya no se habla de prevención del delito. Se habla de «Los Talibanes», una banda criminal que no solo controla zonas enteras, sino que amenaza a transportistas y a sus propios rivales como si fueran un ejército armado.
Circulan videos donde esta organización advierte, con armas en mano, que “todo aquel que no esté alineado” será eliminado.
¿Qué está esperando el Estado para actuar? ¿Otra masacre? El terror ya no es una excepción. Es rutina. En Trujillo, extorsionar, intimidar y asesinar se ha vuelto parte del día a día. Pero quienes deben dar seguridad solo repiten comunicados y promesas vacías.
Y no es solo Trujillo. Es toda La Libertad. La región está siendo tomada por bandas que usan la violencia como política territorial, mientras el gobierno central parece no tener idea de lo que pasa fuera de Lima y el gobierno regional no hace nada.
Porque en los cerros, en los paraderos y en los mercados, el miedo manda. Los ciudadanos no pueden ni trabajar tranquilos. Y los transportistas, que solo quieren llevar pan a sus casas, viven bajo amenazas diarias.
¿Dónde está el gobernador regional, los alcaldes y los ministros? ¿Dónde están los planes reales de seguridad?
Esto no se soluciona con más papeles ni con más decretos. Se necesita decisión, mano firme y una limpieza total del sistema judicial que hoy permite que las mafias actúen con impunidad.