El pueblo ya no aplaude. El pueblo revienta. Y eso fue lo que se vivió esta semana en Huancayo, cuando el ministro de Vivienda llegó con su comitiva al distrito de El Tambo. Los vecinos no lo recibieron con flores ni aplausos: lo recibieron con rabia, pancartas rotas y gritos de hartazgo.
No es para menos. Años prometiendo obras, mejoras y viviendas dignas… y nada. Años hablando de desarrollo urbano mientras los barrios se inundan año tras año. ¿Y ahora quieren venir a posar para la foto?
La escena lo dice todo: la gente ya no les cree. Porque ya no basta con aparecer en campaña, cortar cintas o anunciar millones que nunca llegan al pueblo.
Hay una desconexión total entre las autoridades y la realidad de los peruanos. Y eso se nota cuando los ministros caminan sin poder mirar a los ojos a los vecinos. Porque saben que han fallado.
En Huancayo se pide coherencia. Que las promesas no sean papel mojado. Que la plata no se pierda en la ruta entre Lima y el valle del Mantaro.
Esto no se arregla con discursos. Se arregla con gestión real. Con respeto. Con obras cumplidas y con ministros que no lleguen cuando ya es tarde.
El cambio que necesitamos no es de color político, es un cambio total donde jubilemos para siempre a toda la vieja clase política Tenemos que volver a creer y recuperar el orgullo. Solo con un estado amigo, que no nos mienta ni persiga podremos salir adelante con nuestro esfuerzo.