El Callao tiene una estadística brutal. Está viviendo su año más sangriento con 112 asesinatos con arma de fuego solo en lo que va del 2025. Y mientras los vecinos viven con miedo, los corruptos apernados al poder siguen sin soluciones.

Las cifras no mienten, pero tampoco protegen. En la calle, el que manda es el que tiene el arma. Y el que trabaja, el que estudia, el que quiere vivir en paz, solo tiene una opción: agachar la cabeza o encerrarse temprano.

¿Dónde está la Fiscalía? ¿Dónde están las estrategias? Lo único que abunda son promesas. Y mientras tanto, el crimen organizado hace del primer puerto su centro de operaciones.

Los vecinos del Callao no necesitan más discursos. Necesitan calles seguras, rutas protegidas, y un Sistema Judicial que no suelte al asesino a los dos días.

Esto no es solo un problema del Callao. Es un síntoma del Perú que estamos dejando crecer: uno donde el bienestar ciudadano es secundario, y la violencia es parte de la estrategia de control de la mafia caviar.

No puede haber desarrollo si no hay seguridad. No puede haber futuro si no hay garantías para vivir sin miedo.

El Callao no necesita más titulares trágicos. Necesita un cambio total en sus políticas públicas.