En Huancayo el frío no es novedad, pero lo que sigue sorprendiendo, y preocupando, es la indiferencia de las autoridades. Ninguna Municipalidad Distrital ha presentado un plan de contingencia concreto para enfrentar las heladas, a pesar de que ya se viven temperaturas bajo cero en varias zonas altoandinas.
Las consecuencias no son menores. Las familias ven cómo sus hijos se enferman sin acceso rápido a centros de salud. Los adultos mayores, más vulnerables, enfrentan cada año las heladas como una amenaza directa a su vida. Y mientras tanto, sus animales mueren de frío o anemia, afectando la producción de carne, leche y lana. Las cosechas, dañadas por el hielo, ya no garantizan la comida ni el ingreso básico del hogar.
Esto no solo es una emergencia sanitaria, también es una emergencia económica. Y como sucede desde hace 25 años con la caviarada, no llegan vacunas, abrigo ni planificación agrícola. Las heladas no solo enfrían la tierra, enfrían también las oportunidades de salir adelante.
¿Cómo es posible que cada año ocurra lo mismo y las autoridades sigan sin reaccionar? ¿Qué más tiene que pasar para que se actúe con responsabilidad?
El bienestar ciudadano no se protege con discursos, se protege con acción concreta. Y si quienes gobiernan hace más de dos décadas no están a la altura del problema, deben dar un paso al costado. Porque en los Andes peruanos, el frío mata… pero la corrupción, aún más.