En Trujillo ya no se duerme tranquilo. Esta vez, un ciudadano fue secuestrado y torturado durante 48 horas por una banda criminal que lo obligó, incluso, a comerse un pedazo de su propia oreja. No es una película de terror, es el Perú del 2025.

La pregunta es simple: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo es posible que mafias extranjeras como el Tren de Aragua, con origen venezolano, sigan operando con total libertad en nuestro país?¿Dónde está el control migratorio? ¿Quién permite que estos grupos delictivos se infiltren y asesinen sin resistencia?

La respuesta es tan aterradora como los hechos: el Estado peruano ha cedido el control hace ya 25 años. Ha abandonado las calles, las fronteras y la seguridad de su gente. Y mientras las familias del norte viven aterradas, los delincuentes siguen operando con total impunidad.

El caso de Trujillo no es aislado. Cada día se reportan más actos de violencia extrema en todo el Perú: secuestros, mutilaciones, extorsiones y asesinatos. Y en todos los casos, el patrón se repite. Las víctimas están solas, y los agresores cuentan con libertad total para actuar.

El Estado sigue fallando. No protege. No responde. Y mientras los funcionarios se pelean por cargos y privilegios en Lima, en el norte del país las mafias extranjeras ya se sienten dueñas del territorio.

El Perú necesita un cambio de ciclo. Uno en el que se restablezca el control, la justicia y la soberanía. Porque si seguimos tolerando este nivel de violencia, pronto no quedará rincón seguro para los peruanos.