A menos de 120 días de los Juegos Bolivarianos 2025, Ayacucho no tiene avances visibles, ni claridad en la organización, ni mucho menos certezas sobre qué pasará. Lo que sí abunda son las promesas vacías, los retrasos y la falta de información oficial. ¿Así mostramos nuestra región al país y al mundo?
Estos juegos, a disputarse en Lima y nuestra región, no son un evento cualquiera. Son clasificatorios para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Y sin embargo, Ayacucho aparece como una sede improvisada, sin infraestructura lista, sin planificación transparente y con una ejecución presupuestal que, hasta ahora, no destaca.
La ciudadanía no sabe en qué se está gastando el dinero, qué obras se harán o si realmente llegarán a tiempo. ¿Dónde están los informes? ¿Dónde están los responsables?
Una vez más, una oportunidad de oro para mostrar el potencial de Ayacucho queda atrapada entre la incapacidad, la corrupción y la mala gestión de un Gobierno Regional que, al parecer, quiere dejar todo en manos de los limeños.
Lo que debía ser un motivo de orgullo, se está transformando en un nuevo motivo de vergüenza. Los deportistas merecen instalaciones de primer nivel, y la región un desarrollo real.
Los juegos bolivarianos no son solamente juegos, son la demostración de nuestra capacidad como país y como región.
Si no se toma acción inmediata, Ayacucho quedará como un ejemplo más de los 25 años de fracaso tras fracaso. Por eso, para que esto nunca más suceda, necesitamos algo más que promesas vacías. Necesitamos un cambio de ciclo para que cuando se anuncien grandes eventos con bombos y platillos, no se entreguen grandes frustraciones.