El crimen organizado se mete en la vida cotidiana de la gente a diario. Un gimnasio en pleno Callao fue escenario de un atentado extorsivo que dejó daños materiales y un barrio entero paralizado por el miedo. Lo que antes eran historias lejanas del crimen organizado, hoy se ha convertido en la rutina de cualquier ciudadano que intenta trabajar, estudiar o simplemente vivir en paz.
La explosión no fue solo un ataque contra un local, fue un mensaje claro de las bandas que controlan calles y negocios en el puerto más importante del país. Los clientes y trabajadores del gimnasio corrieron por sus vidas, víctimas de un sistema que permite que las mafias extorsionen sin freno, mientras las autoridades parecen resignadas a ser espectadores.
Este atentado refleja cómo la extorsión se ha vuelto el método favorito de las organizaciones criminales que dominan el transporte, el comercio, la construcción y ahora incluso los espacios donde la gente busca salud y recreación. La delincuencia manda y la gente obedece porque no hay un Estado que los respalde.
Si no se enfrenta de raíz al crimen organizado, seguiremos contando explosiones, heridos y muertos en lugar de hablar de desarrollo y futuro. Un cambio de ciclo significa recuperar las calles para los ciudadanos y derrotar a las mafias que han hecho del Perú su negocio privado.