En Trujillo, la gente ya no duerme tranquila. Las explosiones que todos conocemos no solo destrozaron fachadas y dejaron miedo en las calles, sino que también recordaron lo que todos ya sabemos: las bandas criminales han tomado la ciudad y las autoridades están ausentes. No hay gobernador, no hay alcaldes visibles, no hay liderazgo que dé la cara.
Mientras el crimen organizado siembra el miedo en las calles, el gobernador se dedica a repartir obras de cientos de millones de soles a dedo, como si fueran favores personales. Para colmo, un informe reveló que candidatos a puestos políticos obtienen nombramientos como gerente de padrones notariales, recibiendo cientos de miles de soles de nuestros fondos públicos año tras año.
El reciente atentado con explosivos es una muestra brutal de la guerra entre bandas por el control de territorios, pero sobre todo de la ausencia del Estado. Los gobiernos locales se hacen los ciegos y la vida de miles de ciudadanos queda a merced de delincuentes que actúan con total impunidad.
La violencia criminal en Trujillo es el resultado de años de permisividad, corrupción y desinterés por la seguridad ciudadana. La Libertad, tierra de trabajadores y emprendedores, merece algo distinto. Pero para enfrentar este nivel de crimen organizado se necesitan autoridades que no se escondan cuando la gente más los necesita.
La corrupción se disfraza de formalidad, y lo que debería ser inversión para la seguridad ciudadana termina convertido en un negocio de pocos, sostenido por personajes de fachada y protegidos por la indiferencia de las autoridades.