El Callao vuelve a ser el epicentro de la violencia y la extorsión. Una clínica ha sufrido ya tres ataques en lo que va del año, siendo los últimos dos en menos de un mes. La vida de sus trabajadores y pacientes se ha convertido en un blanco permanente de las mafias. Hablamos de una verdadera pandemia de extorsiones que golpea a comerciantes, transportistas, empresarios y familias que lo único que quieren es trabajar en paz.
El dueño de la clínica ha levantado la voz, exigiendo justicia y comprometiéndose a seguir de pie. Pero, ¿dónde están las autoridades? Los delincuentes actúan con total impunidad, como si controlaran las calles y dictaran sus propias reglas, mientras el Estado sigue ausente.
El crimen organizado no se detiene porque encontró en el Perú un terreno fértil. Un sistema judicial corrupto, una policía que lucha sin recursos y autoridades que prefieren mirar para otro lado. Cada bomba, cada bala, cada amenaza, es un recordatorio brutal de que la seguridad ciudadana ha dejado de ser prioridad para quienes gobiernan.
Las extorsiones se expanden como un virus y ya no distinguen rubros ni zonas. Hoy fue una clínica, y mañana puede ser cualquier negocio o familia. Si no se enfrenta esta mafia con decisión y mano firme, el Callao y todo el país terminarán secuestrados por el miedo.