Machu Picchu debería ser la joya que impulsa al Cusco entero, pero cada día se convierte más en un ejemplo de la ineficiencia estatal. Los gremios turísticos de Cusco lo han vuelto a decir con claridad. Mientras el turismo internacional exige orden y modernidad, el Ministerio de Cultura insiste en un sistema confuso, burocrático y lleno de errores que termina espantando visitantes.
El pedido es sencillo y lógico: una venta digital única de boletos, que garantice transparencia, facilite la compra desde cualquier parte del mundo y elimine la maraña de oficinas y ventanillas que hoy generan colas, sobrecostos y desorden. Sin embargo, el Estado parece empeñado en sostener un sistema precario que abre espacio a la corrupción, a los revendedores y a la desconfianza.
El turismo es un motor productivo que no solo beneficia al Cusco, sino que impulsa la economía de miles de familias en hoteles, restaurantes, transporte y guías. Cada visitante perdido por culpa de la improvisación es un golpe directo a la economía local y una vergüenza para la imagen del Perú en el mundo.
La pregunta es hasta cuándo el Ministerio de Cultura seguirá demostrando incapacidad en algo tan básico como garantizar que la primera maravilla del Perú tenga un sistema de acceso digno, moderno y transparente. El futuro productivo de Cusco no puede estar a merced de la ineficiencia estatal.