Trujillo pareciera estar sitiada por las mafias y el crimen organizado. Hace algunos días, se volvió a vivir una noche de terror con la explosión registrada en la urbanización Las Quintanas. El estruendo no solo destrozó la tranquilidad de los vecinos, sino que volvió a desnudar la realidad que ya no se puede esconder. La delincuencia actúa con absoluta libertad mientras las autoridades regionales brillan por su ausencia.
Trujillo, capital de la violencia en el norte, no cuenta con la protección ni la respuesta que se necesita frente a las bandas que extorsionan, asesinan y ponen bombas en plena zona urbana.
Cada explosión, cada ataque, cada vida perdida demuestra que la ausencia del Estado es total. Los criminales avanzan porque no hay un sistema de seguridad sólido ni voluntad política real para enfrentar este problema. Mientras tanto, los ciudadanos viven con miedo y con la certeza de que en cualquier momento la siguiente víctima puede ser su familia o su barrio.
Porque mientras Trujillo vive bajo bombas y extorsiones, César Acuña sigue dedicado a la política como negocio personal, más preocupado de sus viajes y en sus cálculos electorales que en proteger a la gente que lo eligió. La Libertad se desangra y a su gobernador parece no importarle, siendo incapaz de dar una respuesta firme frente a las mafias. Este abandono es imperdonable. Los trujillanos no necesitan un caudillo en campaña, necesitan un líder que defienda su seguridad.
