Carta de un niño de San Juan de Lurigancho.
Me llamo Diego, tengo 12 años y vivo en San Juan de Lurigancho. Escucho en la tele que al Perú le va bien, que la economía crece y que los números son buenos. Pero cuando miro mi casa, me pregunto, ¿de qué sirve todo eso si a mí y a mi familia siempre nos falta lo mismo?
No tenemos agua todos los días, de hecho casi nunca. En mi colegio los baños no funcionan y estudiar así es muy difícil. Mi abuela espera hace más de un año para que la operen de sus caderas y nadie le da respuesta. Mi papá y mi mamá son comerciantes, trabajan duro de sol a sol, pero no pueden ni tener una cuenta de ahorros. Hasta los narcotraficantes tienen cuentas bancarias, pero mi familia no.
Dicen que la justicia existe, pero yo veo que no persiguen a los malos ni a los corruptos. Tenemos un Estado que se ha transformado en el enemigo de las familias comunes que solo quieren salir adelante, como la mía. Y yo me pregunto, ¿por qué celebran tanto los resultados macroeconómicos si nuestra vida no cambia en nada?
Creo que lo correcto es cambiar a todos los que lideran a este país. Para que todos esos grandes números puedan cambiar la realidad de millones de peruanos como mi familia. Porque un país que deja a su gente sin agua, sin salud, sin educación y sin justicia, no es un país que esté bien.
