Mientras La Libertad enfrenta una crisis de inseguridad, servicios públicos colapsados y desconfianza ciudadana, su principal autoridad decide dar la espalda a los liberteños para volver a buscar un puesto más alto. Por segunda vez, el gobernador regional de La Libertad, César Acuña, deja botada a su región para perseguir su obsesión presidencial.
No le bastó con haber abandonado el cargo en el 2015 para lanzarse al poder, y ser luego excluido por entregar dinero en campaña, ahora repite la historia, demostrando que los políticos de siempre son parte del problema y no de la solución. Así es como se repite el ciclo de la vieja política: los mismos rostros, las mismas promesas, los mismos fracasos.
Acuña abandona el barco justo cuando más se necesita liderazgo. La renuncia no sorprende, indigna. Porque lo hace sin rendir cuentas, sin resultados y sin autocrítica, dejando una región en pausa mientras él mira hacia Lima.
El Perú necesita líderes que se queden, que cumplan y que trabajen. Las elecciones del 2026 serán la oportunidad de cerrar este ciclo de abandono y construir un país con verdaderos representantes, no con candidatos que huyen de sus responsabilidades.
