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LA MANIPULACIÓN DETRÁS DEL DESCONTENTO

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En medio de un contexto de protestas violentas por el descontento generalizado de la población peruana, el país volvió a estremecerse tras la muerte de un joven durante las manifestaciones de la llamada Generación Z. Ese grupo de peruanos que creció viendo cómo la corrupción, la inseguridad y la impunidad se convirtieron en parte del paisaje nacional. Cansados, indignados y sin esperanza, salieron a las calles gritando lo que millones piensan en silencio: “que se vayan todos”.

Pero detrás del dolor y la rabia legítima, hay una pregunta que nadie se atreve a responder, ¿quién está moviendo los hilos de estas protestas que terminan en violencia? Porque mientras la juventud reclama justicia, libertad y desarrollo, hay políticos y operadores ideológicos que aprovechan la tragedia para reavivar el caos y sacar ventaja en medio del descontento.

El asesinato del joven Ruiz, alcanzado por un proyectil en Lima, no puede ser usado como bandera de guerra por quienes durante años fueron parte del problema. Hoy, algunos de esos mismos políticos que dejaron al país sin rumbo intentan ahora subirse al carro del dolor ajeno, lanzando declaraciones incendiarias que solo promueven más enfrentamiento y más odio.

El Perú está cansado. De la inseguridad que mata a diario, de los fiscales y jueces que se venden a una mafia caviar enquistada en el Poder Judicial y Político. La corrupción y el desgobierno son las verdaderas causas del descontento que empuja a los jóvenes a sentir que nada cambiará, que su futuro depende de salir a gritar o enfrentarse con la policía.

Pero el cambio que el Perú necesita no se construye con piedras ni con balas, sino con un nuevo liderazgo. Uno que devuelva la fe a una generación que hoy solo hereda el fracaso de los mayores. Uno que limpie el sistema judicial, que recupere la autoridad del Estado y que haga que la justicia vuelva a significar algo en este país.

Las protestas son el síntoma, no la enfermedad. El problema es un sistema podrido que dejó de escuchar. Y la cura no está en la violencia, sino en el Cambio de Ciclo que el pueblo puede decidir el 2026.

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