Rodrigo Paz Pereira acaba de poner fin a 20 años de gobiernos socialistas en Bolivia, marcando un antes y un después en la historia política de ese país. Con el 54,6% de los votos, el nuevo presidente electo logró lo que parecía imposible: romper dos décadas de poder del Movimiento al Socialismo (MAS) y abrir la puerta a una nueva etapa de reconciliación y apertura al mundo.
El mensaje que llega desde La Paz es que los pueblos sí pueden cambiar de rumbo cuando se cansan de los mismos rostros y las mismas promesas vacías. El triunfo de Paz no fue solo un resultado electoral, fue una declaración del pueblo boliviano de que los ciclos políticos también se agotan, y que los discursos populistas y autoritarios ya no sirven para tapar la realidad de la pobreza, el aislamiento y la corrupción.
Mientras Bolivia inicia su propio cambio de ciclo, el Perú sigue atrapado en un pantano político, gobernado por los mismos corruptos de siempre, reciclados una y otra vez en nuevas listas, nuevos partidos y los mismos vicios. La lección es simple, cuando los pueblos se atreven a elegir distinto, el sistema tiembla y el país respira.
Rodrigo Paz llega con un mensaje de unidad, pero también de modernidad. Promete “abrir Bolivia al mundo”, atraer inversiones y reconciliar a una sociedad dividida por la ideología. No se presenta como un caudillo, sino como un ciudadano más que entendió que la política no puede ser un negocio familiar ni una herencia partidaria.
Ojalá el Perú tome nota. Porque en abril del 2026 también tendremos la oportunidad de hacerlo. De romper con los mismos políticos que hundieron al país durante 25 años y apostar por un nuevo liderazgo, honesto, profesional y con sentido común.
Bolivia cambió. El cambio de ciclo ya empezó en la región. Ahora es nuestro turno.
