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    La realidad de las ollas populares

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    La Municipalidad de Lima ha sido denunciada recientemente por la falta de abastecimiento a las Ollas Populares, la respuesta del Alcalde de Lima fue inmediata, pero ha dejado al descubierto una situación que refleja problemas más profundos en la sociedad peruana y la triste realidad de la desnutrición que afecta principalmente a los niños.

    Un país que necesita tener ollas populares, para que los ciudadanos se puedan alimentar, es un país en serios problemas.

    La existencia de ollas populares en una nación conocida por su destacada gastronomía es un claro indicador de la magnitud de la crisis. Perú, reconocido internacionalmente por tener la mejor cocina del mundo, ahora también se destaca por la presencia generalizada de ollas populares que brindan comidas a quienes no tienen acceso a alimentos adecuados.

    Tener ollas populares es sinónimo de desnutrición y siempre los más afectados son los niños. En Perú, 1 de cada 2 niños tiene anemia infantil.

    La falta de acceso a alimentos nutritivos y equilibrados afecta en gran medida a los más vulnerables de la sociedad, especialmente a los niños. En Perú, alarmantemente, uno de cada dos niños sufre de anemia infantil, una condición que puede tener efectos graves y a largo plazo en su desarrollo físico y mental.

    Pero lo más grave es que si sacamos la cuenta de los miles de millones de dólares que se ha llevado la corrupción y ese monto lo hubiéramos aplicado a la alimentación, no existiría la necesidad de tener ollas populares. La corrupción genera hambre, enfermedades y muerte.

    Uno de los aspectos más preocupantes de esta situación es que la corrupción ha desempeñado un papel fundamental en la falta de inversión en programas de alimentación y nutrición. Miles de millones de dólares han desaparecido debido a la corrupción, recursos que podrían haber sido destinados a combatir la desnutrición y garantizar la seguridad alimentaria de los ciudadanos. La corrupción no solo amenaza la integridad de la nación, sino que también cobra un alto precio en forma de hambre, enfermedad y, en última instancia, pérdida de vidas.

    Tenemos que acabar de una vez por todas con la corrupción y solo será posible si extirpamos a los corruptos, que se jubilen de una vez para que podamos iniciar un nuevo ciclo.

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