Mientras en Lima se gastan millones en consultorías y viáticos, en Trujillo se hunden las pistas frente a los colegios.
Esta semana, un tramo de la Av. España colapsó frente al Colegio Raimondi, y recién ahí las autoridades decidieron actuar. Porque en el Perú, todo se repara solo cuando revienta.
¿Cuántos niños pasan por ahí todos los días? ¿Cuántas veces se reportó el problema antes del hundimiento? Lo único claro es que la reacción llegó tarde, como siempre.
Los vecinos de La Libertad viven entre pistas rotas, desagües colapsados, basura acumulada y cortes de agua constantes. Pero las autoridades siguen vendiendo discursos de modernización mientras no pueden garantizar ni lo básico: que el suelo que pisamos no se hunda.
Y si eso pasa frente a un colegio, ¿qué queda para los barrios alejados?
Esto es parte de una realidad de abandono, desidia y olvido que golpea a miles de familias en la región. Los servicios públicos están al borde del colapso, y los ciudadanos ya no saben a quién reclamarle.
Porque en vez de soluciones, reciben excusas. Y en vez de prevención, reacción tardía.
El bienestar ciudadano no puede depender de si una pista revienta o no. Tiene que ser una prioridad permanente. Pero cuando el Estado no escucha, el deterioro avanza hasta que se convierte en peligro.
La Libertad necesita servicios que funcionen, autoridades que se anticipen y ciudadanos que vivan con dignidad. Esto no se arregla parchando el asfalto. Se arregla con un cambio total eligiendo a personas nuevas, que solucionen los problemas de la población, y eliminando para siempre a los viejos políticos que solo entran al cargo para solucionar sus problemas.