Cusco, tierra sagrada, orgullo nacional y puerta al mundo. Pero también, hoy, territorio capturado por mafias que operan incluso en lo más simbólico que tenemos: Machu Picchu.
Una denuncia del exministro de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva Martinot, revela la existencia de una organización criminal dentro del sistema de venta de entradas al santuario histórico.
Sí, una mafia enquistada en la administración cultural del país que trafica con lo más valioso que tenemos: nuestro patrimonio y nuestra identidad.
Mientras a los turistas les resulta cada vez más difícil acceder a entradas, algunos se llenan los bolsillos manipulando cupos, revendiéndolos y controlando el sistema con fines personales y políticos.
¿Dónde está la Fiscalía? ¿Dónde está el Estado cuando las mafias toman control de nuestra historia?
Esta red no solo afecta al turismo, también daña la economía local, reduce las oportunidades para los verdaderos emprendedores y le quita legitimidad al país entero ante los ojos del mundo.
Si el Estado no puede garantizar transparencia ni siquiera en Machu Picchu, ¿cómo podemos esperar que combata al crimen a nivel nacional?
Cusco merece respeto. Machu Picchu es patrimonio de todos los peruanos, y no de una mafia instalada en el poder. La corrupción no solo está en el Estado, está también donde menos se la espera, disfrazada de gestión cultural.
Es momento de limpiar la casa. Porque la seguridad no es solo combatir balas, es también erradicar a quienes roban el alma del Perú.
