Sí, es un error que Dina Boluarte se haya subido el sueldo. Un error ofensivo, en un país donde millones apenas sobreviven. Pero también es una distracción perfecta y útil para muchos corruptos que operan alejados de los medios. ¿Por qué? Porque así nos hacen mirar el árbol y no el bosque, tal como pretende hacernos creer el gobernador regional César Acuña, al defender a Dina.
Mientras los peruanos hablamos del sueldo de la Presidenta, en el Congreso se reparten contratos, se reparten favores y se reparten el Estado. Ahí está el verdadero negocio: el de la mafia caviar enquistadas en las instituciones, disfrazada de moral, de “transparencia” y de ONG.
¿Quién habla hoy de los millones que han recibido ONG’s como IDL, Transparencia, Capitalismo Consciente, entre otras, sin rendir cuentas a nadie? ¿Quién se indigna por el saqueo descarado en PetroPerú, que nos hace perder cientos de miles de millones de soles? ¿Dónde están los informes? ¿Dónde está la indignación mediática?
Y mientras tanto, en los gobiernos regionales y municipios de todo el país, se firman contratos y endeudan a las municipalidades por 120 años más, sin importarles nada. Pan para hoy, miseria para cinco generaciones.
Esto no es casual. Es diseño y blindaje de un sistema corrupto que necesita escándalos pequeños para tapar los grandes. Una estrategia probada: distraer con el escándalo de uno, para esconder el robo de muchos.
Por eso, el problema no es solo quién se sube el sueldo. El problema es todo un Estado capturado por mafias políticas, ideológicas y empresariales.
Y la única salida no es cambiar de sueldo, ni cambiar de rostro. Es cambiar el modelo. Cambiar el ciclo. Y devolverle el Perú a quienes sí lo trabajan y lo merecen.
