En La Libertad, la corrupción es una práctica instalada en la gestión regional. El Gobierno Regional, bajo el mando de César Acuña, gastó hasta S/60 millones en un concurso para emprendedores, llamado Procompite, que terminó anulado. La historia es siempre la misma: recursos públicos a la basura, promesas que se esfuman y autoridades que parecen más preocupadas por sus viajes que por dar explicaciones.
Las denuncias son graves. Testimonios revelan que algunos funcionarios del comité evaluador pedían coimas para otorgar el beneficio, convirtiendo un programa que debía impulsar el emprendimiento, en un negocio privado para los corruptos de siempre. En lugar de abrir oportunidades para los liberteños con ideas y esfuerzo, se habría creado una red para que el dinero terminara en manos de unos pocos.
Esto es un golpe directo al desarrollo de la región. Cada sol que se pierde en corrupción es un puesto de trabajo menos, un proyecto que no despega, una familia que sigue atrapada en la precariedad. Y todo esto ocurre mientras el gobernador brilla por su ausencia, repitiendo el patrón de desinterés que ya se ha vuelto marca registrada.
La Libertad necesita un cambio de ciclo que rompa con esta cultura del saqueo. Se requiere un sistema que persiga, sancione y destierre a quienes ven en la política un cajero automático. La región no puede seguir pagando el precio de la corrupción de sus autoridades, mucho menos cuando estas ni siquiera están presentes para dar la cara.
