En las últimas semanas hemos contado cómo Delia Espinoza, respaldada por los tentáculos de la mafia caviar, ha intentado aferrarse al cargo de Fiscal de la Nación a cualquier costo. Vimos cómo la Junta de Fiscales Supremos destituyó a Patricia Benavides por encargo, cómo Espinoza buscó influir en mesas políticas y técnicas del Estado, y cómo, pese a las evidencias de abuso de poder, nada parecía mover la aguja para sacarla del puesto.
Hoy, el tablero político-judicial da un vuelco contundente. Con una votación de 5 a 1, Patricia Benavides derrota a Delia Espinoza y es reincorporada como Fiscal de la Nación. El intento de control absoluto que la mafia caviar buscaba mantener en la Fiscalía se comienza a desmoronar.
Este es el primer paso para que Reforma Judicial real esté en marcha, pero la red de intereses, favores y silencios sigue incrustada en el sistema. El regreso de Benavides es una señal de que las fichas pueden moverse, pero si el Congreso y las demás instituciones siguen mirando hacia otro lado, este episodio no será más que un capítulo más en la interminable novela de impunidad que vivimos.
Si el país quiere un cambio real, no basta con reemplazar nombres. Hay que desmontar el aparato que durante décadas ha permitido que fiscales y jueces actúen como dueños del Perú, protegiendo a los suyos y castigando a sus opositores políticos. Hasta entonces, lo único que cambiará será el rostro de quien sostiene el mazo.
