La palabra nepotismo significa la utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos. Y eso es lo que está sucediendo en Junín. Una vez más, la política nos muestra su peor rostro. Julio César Llallico, alcalde de El Tambo, fue vacado por nepotismo, un delito tan común en nuestras autoridades que ya parece parte del manual de los políticos de siempre, mientras los vecinos siguen esperando obras y servicios. Esta es la clara señal de cómo funciona el sistema.
El problema no es solo Llallico. El problema es que seguimos eligiendo a personajes que ven la política como una herencia familiar, como un negocio personal y no como un servicio al ciudadano. Y así, elección tras elección, los corruptos se reciclan, cambian de camiseta, se presentan como la “nueva opción”, pero en la práctica repiten las mismas mañas de siempre.
El Perú necesita romper este círculo vicioso. Ya no más autoridades mediocres que confunden el municipio con su casa y el presupuesto público con su billetera. El cambio de ciclo es urgente: necesitamos líderes honestos, competentes y que tengan claro que gobernar significa servir, no servirse.
