En Trujillo tenemos un gobernador como César Acuña, que le gustan los negocios, le gustan las vacaciones y, sobre todo, le gusta el billete. Prueba de ello es la compra de 100 camionetas Nissan Frontier 4×4 por más de 17 millones de soles, pagando hasta 10 mil soles más por unidad que lo que costaron en Piura, y 3 millones de soles más que en Áncash por el mismo modelo.

Mientras Acuña gasta millones en operaciones cuestionadas y disfruta de la gran vida, en las calles de La Libertad la realidad es otra. El crimen organizado avanza sin freno y la violencia vuelve a golpear, como ocurrió en La Rinconada, donde una vivienda fue atacada con dinamita y varias casas vecinas quedaron destruidas.

En el norte del país el Estado no existe. Los delincuentes ponen bombas, cobran cupos, amenazan a comerciantes y familias, mientras la autoridad solo llega a levantar escombros y redactar partes. No hay estrategia, no hay control, no hay presencia real.

Lo grave es que Trujillo ya vive como una ciudad sitiada. Sus vecinos saben que el que manda no es el Gobierno Regional, sino las mafias. El crimen organizado se ha tomado las calles, los barrios, los negocios, mientras las autoridades, como César Acuña, se la pasan de vacaciones, demostrando una desconexión total con los ciudadanos liberteños.

¿Cuántos atentados más necesitan para entender que la seguridad en el norte es una prioridad? Necesitamos un cambio de ciclo que reemplace a todas las autoridades corruptas e indolentes, para poder acabar con la impunidad, devolverle a los ciudadanos la paz y poner al Estado donde debe estar, enfrentando a los criminales y no abandonando a su gente.