La historia de “El Monstruo” es el retrato de un país donde la delincuencia escaló hasta niveles intolerables. No se trata solo de un asesino, sino del símbolo de cómo la violencia se normalizó y de cómo el Estado y un poder judicial capturado por los defensores de los supuestos “derechos humanos” permitió que mafias enteras se fortalecieran.
La captura de Erick Moreno Hernández, alias “El Monstruo”, uno de los criminales más sanguinarios de los últimos años, debería ser un triunfo contra el crimen organizado. Pero la realidad nos devuelve al mismo punto. El Instituto Nacional Penitenciario INPE afirmó que es posible que Moreno Hernández sea internado en el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao (CEREC), debido a la alta peligrosidad que representa. Así, terminará cumpliendo condena en el corazón del puerto más golpeado por mafias, sicariato y extorsiones.
El mensaje es terrible para los vecinos. Mientras la delincuencia sigue tomando barrios enteros, los peores criminales del país son reubicados justo en medio de la comunidad que más sufre. Así, los penales se convierten en centros de operaciones del crimen y no en espacios de castigo real.
El Perú necesita un liderazgo con mano dura que construya penales de máxima seguridad lejos de nuestras ciudades, que corte de raíz la corrupción en los centros penitenciarios y un sistema de justicia nuevo, sin mafias, que devuelva la paz a nuestros barrios. El Callao merece volver a ser un puerto limpio, libre de extorsionadores, sicarios y de esta basura humana que nunca debió tener cabida entre nosotros.
