La Libertad vuelve a ser escenario de un escándalo que refleja hasta dónde ha llegado la podredumbre del Sistema Judicial. Un fiscal fue detenido luego de que se revelara, por descuido en plena audiencia, que pedía coimas a los detenidos. Sí, así de descarado. No en la sombra, no en secreto, sino en la propia reunión formal donde debería defender la ley.
Es vergonzoso y, al mismo tiempo, revelador. La corrupción está tan integrada en el sistema que ya ni siquiera se oculta. Lo que debería ser el último bastión de justicia para los ciudadanos, se convierte en un mercado donde las libertades se negocian al mejor postor.
El caso muestra que no estamos frente a manzanas podridas aisladas, sino frente a un árbol entero enfermo. Si fiscales pueden vender justicia frente a las cámaras, ¿qué no harán en la oscuridad de los despachos? Cada episodio como este destruye la confianza ciudadana, golpea a las víctimas y alimenta la impunidad de los delincuentes.
Por eso no bastan suspensiones ni titulares escandalosos. El Perú necesita una Reforma Judicial de verdad, que limpie de raíz la corrupción enquistada en jueces, fiscales y consejeros. Porque mientras la justicia siga siendo un negocio ideológico, los únicos que pierden son los ciudadanos, que quedan desamparados frente a criminales y autoridades corruptas.
