En Ayacucho, el campo vive en emergencia. Los pequeños productores enfrentan costos altos, nulo acceso a crédito y abandono total de parte de las autoridades. Pero en lugar de recibir apoyo técnico o inversión, reciben discursos y más burocracia. Y lo más grave es que las decisiones se siguen tomando desde Lima, sin escuchar a quienes realmente conocen la tierra.
Así, el descontento ciudadano en Ayacucho volvió a estallar. Durante la Audiencia Agraria Nacional, el ministro de Desarrollo Agrario y Riego, y el Gobernador Regional, fueron repudiados con gritos y lanzando objetos por parte de los ayacuchanos. Los agricultores, cansados de promesas vacías, le dieron la espalda a las autoridades que dicen escucharlos, pero que en los hechos los han abandonado.
Lo ocurrido es el reflejo de un país que ya no confía en sus autoridades. Los gobernadores, ministros y alcaldes se han convertido en parte del problema, no de la solución. Se reparten cargos, viajan a provincias a tomarse fotos y organizar eventos, pero cuando se trata de resolver los problemas reales —como la falta de agua o la crisis del mercado interno—, simplemente desaparecen.
El rechazo al ministro y gobernador es, en realidad, un rechazo a todo un modelo político que ha dejado de representar al ciudadano común. La gente ya no quiere más palabras, quiere resultados. Y ese cansancio se siente en cada región del país, donde la política parece haberse convertido en una carrera para enriquecerse, no para servir.
Si los gobernantes no entienden el mensaje, las calles lo seguirán recordando. Los peruanos estamos cansados. El Perú necesita autoridades que trabajen de verdad por su gente, no que usen la política para salvar sus carreras.
Este 2026 tenemos la oportunidad de comenzar a cambiar el ciclo podrido de políticos corruptos del Perú. La decisión de elegir a alguien calificado y con las manos limpias está en nuestro poder.
