En el sector minero del Perú existe un contraste que muestra con claridad lo mal aprovechados que están nuestros recursos. Somos ricos en minerales, pero pobres en oportunidades. De acuerdo a cifras entregadas por la Asociación de Exportadores del Perú (ADEX), nuestro país fue el noveno productor mundial de oro en 2024, pero apenas el 37º exportador de joyas hechas con ese mismo metal.

Y la culpa no es del oro ni de los mineros, sino del sistema que arrastra el país desde hace décadas. Un modelo lleno de trabas y desigualdad. Las grandes compañías controlan miles hectáreas enteras de concesiones ociosas, que nunca llegan a explotarse, mientras cientos de miles de mineros artesanales son perseguidos, criminalizados y abandonados por el Estado. Gente que podría generar riqueza y empleo formal, pero que hoy vive al margen de la ley por falta de voluntad política.

Mientras otros países con menos recursos avanzan y exportan productos con valor agregado, el Perú sigue atrapado en un sistema que entrega sus riquezas brutas al extranjero. No hay una estrategia nacional que integre a los pequeños mineros, que impulse tecnología local o que asegure que el oro peruano brille también en nuestras manos, no solo en las de otros.

Una Reforma Minera seria y descentralizada es urgente. No podemos seguir dependiendo de un modelo que beneficia a unos pocos y condena a miles. Si el Estado diera oportunidades de formalización y trabajo digno a los mineros del norte y de todo del país, el Perú podría convertirse en una verdadera potencia productiva.

Tenemos el oro, la gente y el talento. Lo que falta es decisión política para hacer que la riqueza del Perú deje de ser un privilegio y se convierta en futuro.