El Estadio Elías Aguirre, orgullo de Lambayeque y sede de la Copa América 2004, hoy es un símbolo del abandono. Sus muros están a punto de colapsar, los informes advierten peligro inminente y, aun así, nadie hace nada.
El jefe de Defensa Civil de Chiclayo ya alertó al Instituto Peruano del Deporte y al Gobierno Regional. Las paredes del perímetro posterior podrían venirse abajo en cualquier momento y por esa zona pasan cada día escolares de dos colegios, arriesgando sus vidas solo por caminar al costado de una estructura que debería representar deporte y orgullo.
No se trata de una simple pared vieja. Se trata de un reflejo claro de lo que ocurre en todo el país. Infraestructuras abandonadas, promesas incumplidas y autoridades que solo reaccionan cuando ocurre una tragedia. Lambayeque fue escenario de gloria futbolística, pero hoy sus estadios y calles muestran el rostro del deterioro que dejan décadas de desinterés político.
La seguridad ciudadana no solo se defiende en las calles, también en la prevención, el mantenimiento y la planificación. Cuando un estadio histórico se convierte en una amenaza para sus vecinos, algo anda muy mal en la gestión pública.
El futuro se construye con voluntad, responsabilidad y respeto por la gente. Si el 2026 no elegimos autoridades distintas, seguiremos caminando al borde del derrumbe.
