Mientras el consumo de drogas entre los escolares liberteños aumenta en un alarmante 4.7%, las autoridades siguen ausentes. Las cifras son claras. Los adolescentes comienzan a beber y fumar desde los 13 años, el 8.8% ya probó marihuana, y casi la mitad de los estudiantes ha visto drogas dentro o alrededor de sus colegios. Pero lo más grave aún es que uno de cada tres colegios ni siquiera realiza charlas preventivas.
¿Qué hace el Estado frente a esto? Poco o nada. En La Libertad, la responsabilidad recae directamente sobre un gobernador regional, más preocupado por su campaña presidencial que por el futuro de su región. César Acuña ha vuelto a dejar a La Libertad botada, como ya lo hizo en 2015. Su obsesión por el poder ha pesado más que su compromiso con la gente.
Mientras las instituciones discuten “articulaciones” y “mesas de trabajo”, los jóvenes viven rodeados de drogas, violencia y abandono. La falta de prevención no solo destruye vidas sino que además desintegra familias, corroe el tejido social y compromete el futuro de toda una generación.
Los colegios deberían ser espacios de esperanza, no lugares donde el alcohol y la marihuana circulan como parte del paisaje. Pero con autoridades ausentes y programas que no se ejecutan, los adolescentes de hoy están pagando el precio de la ineficiencia política.
La Libertad necesita más que promesas y campañas vacías. Necesita un liderazgo real, un gobierno que se quede y trabaje, que proteja a los jóvenes antes de perderlos.
En abril del 2026 tenemos la oportunidad de elegir distinto. De cambiar el ciclo de los políticos que huyen y dejan a merced del abandono a los hijos del pueblo liberteño.
