Mientras miles de niños siguen estudiando en colegios con techos rotos, baños insalubres y aulas sin agua ni luz, el Gobierno anunció con orgullo un nuevo incremento salarial para más de 400 mil docentes del país.
El Ministerio de Educación transfirió 175 millones de soles para garantizar el pago de la nueva escala magisterial. Pero la pregunta es inevitable, ¿esta inversión mejora realmente la educación o solo busca calmar a los gremios?
En el papel, la medida suena bien. Se reconoce la labor de los profesores y se fortalece la carrera pública magisterial, pero mientras los sueldos suben, las escuelas se caen.
El Minedu asegura que este aumento “reafirma el compromiso del Estado con la educación pública”, pero ese compromiso no se ve en los patios llenos de barro, en las paredes rajadas o en los baños clausurados por falta de mantenimiento.
No se trata de pagar más, sino de exigir más. Más resultados, más formación docente, más infraestructura digna. Porque el verdadero problema no está solo en el salario, sino en un sistema que sigue premiando la mediocridad y abandonando a los niños al final de la fila.
Si el objetivo es mejorar la educación, el cambio debe empezar en las aulas, no en los talonarios. El Perú necesita una reforma educativa real, no un nuevo parche político.
Y hasta que eso ocurra, nuestros hijos seguirán estudiando entre goteras y promesas.

