En Junín, el sistema de salud no se muere por falta de recursos, sino por el cáncer de la corrupción que devora presupuestos millonarios en todo el Perú. La reciente intervención de la PNP y la Fiscalía Anticorrupción en la sede del Gobierno Regional destapa un caso que indigna. Un contrato de mejoramiento para el Hospital Daniel Alcides Carrión entregado a una empresa con apenas un año y medio de existencia, dirigida por una joven de 23 años.
No estamos hablando de una licitación menor, sino de una adjudicación de más de 200 millones de soles. Y mientras el dinero se reparte entre empresas sin experiencia creadas para “ganar” obras, el verdadero drama se vive en las salas de espera y en los hogares más pobres.
En el Perú, el 50% de los niños de 0 a 3 años sufre de anemia infantil. Si no son tratados a tiempo, crecerán con limitaciones intelectuales, debilidad física y mayor propensión a enfermedades. Estamos condenando a toda una generación por la complicidad de quienes deberían garantizar su salud.
La corrupción en salud no solo roba dinero, roba vidas y el futuro. Cada sol desviado es una operación que no se hace, un tratamiento que no llega, una cama que falta en emergencia. Y mientras tanto, el negocio de adjudicar obras a dedo se mantiene intacto, protegido por autoridades que han hecho del presupuesto público su billetera personal.
Este caso en Junín es el reflejo de un sistema nacional donde la salud es vista como un contrato más que repartir, no como un derecho que defender. El cambio de ciclo también pasa por extirpar a quienes usan la salud de todos como su negocio privado.
