En el Callao la vida de los vecinos se mide en disparos. Una nueva balacera dejó cinco personas acribilladas y hasta una abuelita entre los heridos. La escena se repite una y otra vez. Calles tomadas por bandas criminales, extorsiones en cada esquina y familias enteras que viven con miedo de salir de sus casas.
El crimen organizado se ha apoderado del primer puerto y el bienestar ciudadano prácticamente no existe. Mientras los chalacos esquivan las balas, las autoridades brillan por su ausencia. Promesas hay de sobra, pero las calles siguen igual de peligrosas, y las mafias operan a plena luz del día como si nada.
Lo más indignante es que las víctimas ya no son solo los jóvenes o comerciantes que se resisten a pagar cupos, ahora hasta adolescentes y adultos mayores terminan alcanzados por la violencia. La delincuencia no respeta edades ni barrios, y el Estado parece resignado a mirar de lejos.
Debemos recuperar el control del Callao con decisiones firmes. Las elecciones del próximo año son una oportunidad para que hagamos un cambio de ciclo político, o los chalacos seguirán pagando con sus vidas el precio de la incapacidad y la indiferencia de sus autoridades.