El anuncio de que la construcción el Terminal Portuario de Lambayeque ya tiene viabilidad técnica ha sido recibido como una buena noticia para el norte del país. Un puerto moderno que promete dinamizar la economía y abrir camino a proyectos como el tren minero que conectaría con Cajamarca. Sin embargo, detrás de los titulares positivos se esconde una realidad conocida. La gran minería será la principal beneficiada, mientras los pequeños y artesanales seguirán atrapados en el abandono y la persecución del Estado.
Las cifras de exportación y las proyecciones de inversión hablan de crecimiento, pero el beneficio no se distribuye a quienes sostienen la minería en el día a día. Los mineros artesanales no tienen acceso a este tipo de infraestructura, porque el sistema ha sido diseñado para marginarlos. Mientras los grandes empresarios podrán trasladar su producción en barcos, los pequeños siguen sin formalización, sin crédito, sin tecnología y con la amenaza constante de ser criminalizados.
El Estado celebra el puerto, pero no mueve un dedo para transformar la vida de los miles de mineros peruanos que podrían ser actores productivos si existiera una verdadera Reforma Minera. Se repite el mismo patrón de siempre. A los grandes todo, a los pequeños nada.
Se anuncian puertos con gran viabilidad técnica, capaces de mover millones en exportaciones. Pero ¿qué valor tiene esa infraestructura si el beneficio solo queda en manos de las grandes concesiones mineras? El país no puede seguir construyendo obras para enriquecer a los mismos de siempre, mientras la minería artesanal y la pequeña minería siguen condenadas a la persecución y al abandono. Ha llegado la hora de transformar a los pequeños mineros en exportadores, con reglas claras y apoyo real, para que los recursos del Perú generen riqueza compartida y no solo fortunas para unos pocos.